Posteado por: gorkairiondo | abril 22, 2008

COLECCIÓN DE FOTOGRAFÍAS VII

Omayra – Frank Fournier

Omayra Sánchez representa la dignidad más descarnada llevada hasta sus últimas consecuencias. Mantuvo la nobleza, la integridad, la calma, en medio de un mundo putrefacto que no quiso o no pudo ayudarla en su agónica y televisada muerte.

Ojalá esta fotografía no existiera, ojalá el volcán Nevado del Ruíz no hubiera arrasado el pueblo de Armero en Colombia, ojalá la moto bomba que necesitaban para sacarla hubiera llegado antes, ojalá los responsables de las televisiones no hubiesen sido tan cabrones e insensibles y ojalá el gobierno colombiano se hubiera preocupado un poco por las víctimas…
Sólo un poco…
Ojalá…
Ojalá no vuelva a repetirse nada parecido…

(28 de agosto de 1972 – †16 de noviembre de 1985)
Omayra Sánchez era una niña colombiana de 13 años. Vivía feliz. Hay gente que es feliz porque no necesita demasiado y otras porque valoran cada segundo. Convivía con su hermano menor, su padre y su tío, durante la tragedia su madre se encontraba en Bogotá en un viaje de negocios. La historia es trágica y espantosa. El volcán Nevado del Ruiz erupcionó y devastó el pueblo de Armero, en Colombia, que no había dispuesto planes de evacuación a pesar de las advertencias de los científicos. En 1985. Hubo más de 25.000 muertos de una población de 40.000 habitantes. Omayra quedó tres días aprisionada en el fango, envuelta en agua inmunda y bloqueada por los escombros de su propia casa. Un infierno. Con un añadido. Entre esos restos, en algún lugar bajo sus piernas, seguían los cuerpos inertes de sus familiares. Cuando los socorristas intentaron auxiliarla, comprobaron que era imposible. Necesitaban amputarle las piernas. Y por supuesto, no había cirujanos ni el equipo médico necesario. Podría fallecer en el experimento, así que la única opción aceptable era traer una moto-bomba que succionara el fango en el que estaba sumergida. Y cada hora que pasaba había más y más…
La solución era el problema. La única moto-bomba disponible estaba muy lejos, tan lejos… Que sólo un milagro podría salvar a la niña. Su destino estaba escrito en el magma que había provocado la catástrofe… Mientras tanto, las obscenas cámaras de televisión transmitían incesantemente, no se perdían ni un minuto de sus últimas horas de vida.
Omayra se mostró fuerte hasta el final. Cuando llegaron los periodistas, encorvada sobre un flotador, que no era más que una cámara de un neumático, escuchó las voces, levantó la carita y les miró. Intentó sonreír… «¡Ay…!», sintió un dolor pero no soltó ni una lágrima, no gimoteó. «No nos miró con súplica, no estaba derrotada, había mucho de valentía en su mirada». No decía que le dolían las piernas, sólo que no las podía mover. «Siento frío», parece que dijo tras uno de esos interminables silencios sin esperanza. Su mirada era profunda, tristona y resignada, pero se la veía tranquila, valiente: «Era una niña toda coraje”…
“Tengo miedo que el agua suba y me ahogue porque yo no sé nadar”, balbuceó en otro momento…
En otra ocasión, apoyó su rostro sobre el neumático, como para descansar. Y estuvo así unos cinco minutos. Alzó la cabeza y pronunció unas frases un poco incoherentes. Sus ojos estaban cada vez más rojos y dejaba las primeras muestras de delirio. «Tengo sed». Intentó tomar un poco de aquella agua hedionda: «Se lo impedimos y le pasamos otro vaso de agua», recuerdan los periodistas que presenciaron impotentes su padecimiento.
Cuando los helicópteros pasaban sobre ella, Omayra levantaba sus ojos enrojecidos y los miraba alejarse. «Te juramos, Omayra, que vamos ya a traerte la motobomba para sacarte de aquí». Los socorristas intentaban tranquilizarla, pero la niña les respondió: “Váyanse a descansar y vuelvan a sacarme»…
Acto seguido, muchos de ellos, desaparecieron. Cuentan las crónicas que no pudieron soportar tanta ternura y que se marcharon todos sollozando…
Por fin, llegó la motobomba en un helicóptero. Funcionaba, pero era muy lenta, y a veces se obstruía por el barro. Omayra no conseguía que sus ojos permanecieran abiertos durante muchos segundos, le habían quitado su blusita de color azul y yacía con su espalda descubierta. No hacía muchas horas, cuando aún estaba consciente, mantenía conversaciones coherentes con los más cercanos. Fueran quienes fueran. Pero a la una de la madrugada comenzó a delirar, cantaba canciones extrañas y un testigo relata que hacia las tres de la mañana le dijo que «ya el Señor la estaba esperando». «Después cantó la canción de los pollitos», recuerda el socorrista, que fue su acompañante durante tres noches. Tres interminables noches. Y a la vez, demasiado cortas…
Omayra Sánchez era fuerte, simpática, valiente y hacía sonreír entre lágrimas cuando la televisión transmitía las dramáticas imágenes. Estaba triste por no poder asistir al examen de matemáticas que tenía aquel 13 de noviembre, afligida pero sonriente a las decenas de cámaras, todas impotentes.
Falleció a causa de la gangrena gaseosa, los gases tóxicos que estaban en el lodo por la erupción del volcán la asfixiaron.
Actualmente en el sitio donde padeció su agonía, una valla cuenta su historia.
Otro dato más. El sacerdote del pueblo, en la última misa, tuvo el detalle de sermonear a los creyentes colombianos que residían en la localidad de Omayra, les dijo que no se preocuparan por las avisos, que rezaran a Dios y que se quedaran en Armero. Pero él se fue. Y se salvó…
¿Alguien tiene algún adjetivo o alguna palabra para definir a este sujeto?
El fotógrafo Frank Fournier, hizo una foto de Omayra que dio la vuelta al mundo y originó una controversia acerca de la indiferencia del gobierno colombiano respecto a las víctimas. La fotografía se publicó meses después de que la chica falleciera. En algunas de las fotografías anteriores de esta colección, he contado el arrepentimiento de fotógrafos como Kevin Carter o Eddie Adams. Fournier nunca se ha retractado de haber sacado esta imagen…
¿Será porque ganó el premio World Press Photo de fotografía?
No voy a repetir las mismas preguntas que ya he escrito en otras ocasiones. Cada cual que piense lo que quiera. ¿Hizo bien? ¿Hizo mal?
Yo no soy quién para juzgar a nadie. Aunque a veces tengo opiniones…
Ojalá esta foto sirva para que no nos olvidemos de Omayra.
Aquí os dejo su relato de los hechos para que opinéis…

“Llegué a Bogotá desde Nueva York dos días después de la erupción. La zona a la que necesitaba llegar era remota. Fue necesario manejar durante cinco horas y luego caminar dos y media.
El país estaba en medio de una grave conmoción política, poco antes de la erupción se produjo la toma del Palacio de Justicia por parte de rebeldes del M-19, la cual terminó en un baño de sangre.
El ejército de la zona había sido trasladado a la capital.
Llegué al pueblo de Armero al amanecer del tercer día posterior a la erupción. Había mucha confusión, la gente estaba conmocionada y desesperada por ayuda. Muchos permanecían atrapados por los escombros.
Me encontré con un campesino, quien me dijo de una niña que necesitaba ayuda. Cuando me condujo hacia ella estaba casi a solas, unas pocas personas la rodeaban en tanto algunos trabajadores de rescate ayudaban a otra persona un poco más lejos.
Silencio conmovedor
Estaba dentro de un gran charco, atrapada de la cintura hacia abajo por concreto y otros escombros de casas que fueron derruidas.
Ya llevaba unos tres días en esa situación, estaba dolorida y muy confundida.
Cientos de personas estaban atrapadas a su alrededor, escuchaba sus gritos y luego un silencio conmovedor.
Había algunos helicópteros, prestados por empresas petroleras que trabajaban en las cercanías.
Pero nadie podía hacer nada por la niña. La gente y los expertos en rescate se acercaban, trataban de confortarla.
Al tomar su fotografía me sentí totalmente impotente, sin poder alguno de ayudarla. Ella enfrentaba la muerte con coraje y dignidad, sentía que su vida se le iba.
Sentí que lo único que podía hacer era informar sobre el coraje y el sufrimiento de la niña, y esperar a que la gente se movilizara.
Poderosa
Cuando llegué a ella Omayra ya perdía la conciencia de a ratos. Me pidió que la llevara a la escuela, no quería llegar tarde a clase.
Pasé mi película a unos fotógrafos que regresaban al aeropuerto y logré enviarlas a París donde estaba mi agente.
En el momento no me percaté de lo poderosa que era la imagen, en cómo los ojos de la niña conectan con la cámara.
La imagen fue publicada en París Match y causó impacto.
La gente me preguntaba «¿Por qué no la ayudaste?», «¿Por qué no la sacaron de allí?». Pero era imposible.
Hubo escándalo y debates en televisión sobre el papel del fotoperiodista. Al menos hubo una reacción, hubiera sido peor si a nadie le hubiera importado.
Tengo muy claro lo que hago, cómo y por qué lo hago. La foto ayudó a recaudar dinero para ayuda y sirvió para destacar la irresponsabilidad y falta de coraje de los líderes del país.
No había planes de evacuación pese a que los científicos habían advertido sobre el peligro de una erupción.
Hay cientos de miles de Omayras en el mundo, historias de gente pobre y débil. Los fotógrafos debemos crear un puente entre ellos y los otros.
La cuestión es si el poder de la prensa es más importante en la actualidad que antes, debido a la presión que impone hoy por hoy el mercado sobre su trabajo.”

Si alguien tiene ganas de llorar, si deseáis verla en movimiento y necesitás oírla, podéis clicar aquí. “Adiós madre”.

Enlace al vídeo de Youtube: http://es.youtube.com/watch?v=B0_K_3yz-QA


Respuestas

  1. PLANETA AGUA PLANETA TIERRA.

    ¡Agua¡ Planeta Agua…la Tierra es tu hija

    y todos los seres que viven en ella.

    Que también son agua en tres cuartas partes de toda su vida, hijos de la tierra

    Madre mal querida.

    No comprenden que será si un día

    De Amor mal herida

    Agota la fuente y queda perdida…

    Que harán Don Dinero, los Sres. Midas

    Acaso exprimir todos los recursos

    Crear más mentiras…

    Que serás Poder cuando ya no exista

    La fuente de Vida.

    ¿Irás a buscarla a otro Planeta

    Seguir invadiendo, matando la vida?..

    SIGUE EN:

    http://gracia10.wordpress.com/

  2. Hace ya tantos años, hemos visto tantas nuevas y dolorosas imágenes, hemos conocido tantas nuevas desgracias … y todavía, el recuerdo de aquel terrible suceso, de aquella impotencia, desesperación, de aquel drama … siguen runruneando por mi cabeza …

  3. Prohibido olvidar, porque quien olvida asiente.
    Paz en su tumba.


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